Cuando dejamos a nuestros mayores en una residencia, nos alejamos de ellos, nos distanciamos y se hace difícil cuadrar en nuestra ajetreada agenda las visitas, todo ello unido a la idea de que están bien atendidos y confiando plenamente en la institución en la que se encuentran.

¿quién quiere ir a una residencia? Aunque me duela decirlo, las residencias no dejan de ser lugares frios, donde auxiliares se debaten entre los cuidados de numerosos pacientes y donde nuestros mayores se van haciendo cada vez más frágiles viviendo una vida planificada por otros, como si fuera la rutina de una carcel donde todo es desconocido y lo único que queda es dejar pasar los días mientras se apaga lentamente la vida de nuestros mayores.

¿qué alternativas hay entonces? Un cuidador a domicilio que pueda estar con nuestro mayor en casa, no sólo le va a permitir estar mejor cuidado y atendido, ya que el ritmo de trabajo se adapta al hogar sino la tranquilidad de tener siempre el control, toda la información veraz y la tranquilidad de permanecer en el propio domicilio.

No dejemos que nuestros mayores ahonden en la tristeza y en la sensación profunda de la soledad.

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